
Quien haya paseado por el campus de Langley quizá no lo haya notado, pero en el jardín central de la CIA se curva desde 1990 una lámina de cobre que esconde uno de los mayores rompecabezas del último medio siglo. No se trata de un archivo digital ni de un expediente clasificado: es arte público, visible para cualquiera, y aun así ha resistido ataques de expertos, aficionados y agencias enteras. Kryptos, la escultura de James Sanborn, lleva tres décadas obsesionando a medio mundo.
Desde entonces, miles de criptoanalistas han arañado su superficie, literal y metafóricamente, con resultados desiguales: tres de los cuatro mensajes encriptados ya se han descifrado, pero el cuarto —apodado Kryptos K4— permanece en pie como un desafío que se ríe de todos. Ni la CIA ni la NSA, ni oleadas de entusiastas con herramientas modernas e incluso con inteligencia artificial, han podido rematarlo en un contexto donde gobiernos presionan por debilitar el cifrado de mensajes.
Kryptos, el encargo que convirtió el secreto en arte
A finales de los 80, la Agencia Central de Inteligencia encargó a James Sanborn una obra para su exterior que dialogara con la razón de ser del lugar: el conocimiento protegido y la comunicación encubierta. El artista, con el asesoramiento del veterano criptógrafo de la CIA Edward Scheidt, diseñó una pieza con mensaje cifrado grabado en metal.
La escultura principal es una placa de cobre/bronze curvada en forma de S de alrededor de cuatro metros de alto, instalada en 1990. Su nombre viene del griego “kryptos”, escondido. El conjunto no es solo la lámina: en el entorno hay piedras con código Morse parcialmente enterradas y otros elementos que refuerzan el concepto de “lo oculto a simple vista”.
Una cuestión que suele generar confusión es la cifra exacta de caracteres. Según distintas fuentes, Kryptos incluye “casi 2.000”, 1.735 o 865 caracteres, dependiendo de si se cuentan todas las secciones, los paneles principales o determinados bloques. Lo importante, más allá del baile de números, es que el texto está dividido en cuatro partes independientes con dificultad creciente.
¿Cómo está encriptado: sustitución, transposición y un Vigenère con truco?
Sanborn y Scheidt recurrieron a técnicas clásicas, pero introduciendo variaciones que multiplican la complejidad. Los tres primeros paneles combinan sustitución y transposición con un sabor claramente polialfabético, donde destaca el uso creativo de un Vigenère “claveado” con la palabra KRYPTOS, una realidad que alimenta debates sobre vulnerabilidades del cifrado.
Para quien no lo tenga fresco: el método Vigenère desplaza letras según una clave repetida. En Kryptos, la clave KRYPTOS altera el alfabeto de referencia, generando tablas de cifrado atípicas. Ese alfabeto claveado —más algunos guiños como letras desordenadas o faltantes— es parte del encanto y del dolor de cabeza.
A esto se suman pequeñas «anomalías» intencionadas, como la famosa secuencia DYAHR en la esquina superior izquierda de la escultura, que muchos consideran un marcador o pista para desentrañar la última parte. Estas rarezas han alimentado teorías durante años porque parecen señalar capas adicionales de significado o pasos de descifrado.
¿Qué dicen K1, K2 y K3: tres victorias, una frontera?
Los tres primeros mensajes se resolvieron hace años por manos distintas —entre ellas las de un analista de la CIA, David Stein, y el informático Jim Gillogly—, y constituyen capítulos con carácter propio. El primero reflexiona sobre la ilusión que se esconde entre la luz y la sombra, con una errata deliberada en la palabra “illusion” que aparece deformada.
El segundo texto hace una referencia explícita a un mensaje supuestamente enterrado en los terrenos de Langley, guiñando un ojo al entorno físico de la obra. El tercero recrea la excitación de Howard Carter al abrir la tumba de Tutankamón, de ahí su tono de descubrimiento arqueológico en primera persona.
De estos fragmentos resueltos surgió una idea fuerza que hoy guía a muchos: cada panel podría sugerir claves para el siguiente. Es decir, que K1, K2 y K3 no solo cuentan “algo”, sino que podrían estar esparciendo semillas para hacer germinar Kryptos K4.
El núcleo del misterio: Kryptos K4, 97 caracteres que resisten
La cuarta sección, la famosa Kryptos K4, es un bloque de 97 caracteres (a veces se cita como 97 o 98 si se tiene en cuenta o no el signo de interrogación entre K3 y K4) que no ha cedido ni un centímetro. Ni los mejores criptoanalistas de la CIA o la NSA, ni comunidades enteras online con décadas a sus espaldas, han conseguido sacarle el jugo definitivo.
Este es el texto tal y como aparece en la obra, eje de tantas hipótesis y desvelos: un amasijo de letras que todos conocen, pero que nadie ha podido traducir con certeza.
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A lo largo de los años, el propio Sanborn ha ido soltando migas: «Berlín», «reloj», «noreste» —en pistas publicadas en 2010, 2014 y 2020—, que muchos han interpretado como un guiño a la Berlin Clock (reloj de Berlín) y a una orientación espacial concreta. Ninguna de estas ayudas, sin embargo, ha culminado en una solución verificable.

Pistas oficiales, rarezas y el papel de DYAHR
Además de las palabras sueltas confirmadas por el autor, hay detalles físicos que han recibido estatus de “pista”. El desplazamiento de las letras DYAHR en la esquina superior izquierda de la lámina es quizá el más citado. Se ha propuesto que estas letras marquen el inicio de una secuencia de clave, un patrón de desplazamiento o incluso una relación geométrica en la propia obra.
Las piedras con Morse repartidas por la zona, parcialmente enterradas, apuntan a que el dispositivo artístico de Sanborn está hecho de capas. No todo está en el cobre, llegó a insinuar el artista, sin que eso signifique —y él mismo lo precisa— que haga falta acceso físico a la escultura para descifrar K4.
Una propuesta reciente: doble Vigenère, literatura y una secuencia “matemática”
Entre las hipótesis nuevas que circulan, ha ganado tracción una aproximación compartida por un entusiasta que ha recopilado su trabajo en un blog y en un documento corto. La idea central: aplicar dos capas consecutivas de Vigenère.
En esa propuesta, la primera clave sería una frase tomada de la literatura estadounidense, de un relato de viaje por Delaware de la década de 1860. Esa oración, según el autor, sería una réplica especialmente apropiada a la pregunta que clausura K3 en inglés: “Can you see anything?”. La segunda capa de cifrado utilizaría una secuencia de letras con un salto constante entre caracteres, vinculada directamente con la anomalía DYAHR.
Al aplicar este doble filtro, el método empieza a generar lecturas parciales plausibles: aparecen “FORTY YARDS” al comienzo y surgen otras expresiones tentadoras como “HOURHAND”, “RAID OVER” o “LAYS AS IT”. Aun así, falta fijar del todo la segunda clave. El propio proponente admite que la secuencia debería esconderse en el resto de la escultura, pero no acaba de ver cómo continúa. La invitación a colaborar queda sobre la mesa para quien quiera hincarle el diente con mente fresca. En su artículo, enlazado en https:\/\/kryptos-k4.blogspot.com\/ y en un documento descargable, explica los pasos y las correspondencias que ha observado.
La venta del secreto: subastas, cifras y un nuevo “guardián”
Lo que nadie esperaba era que el custodio del enigma pusiera fecha y precio a la solución. James Sanborn, que ya ha cumplido 80 años, ha decidido subastar el texto plano de K4 y documentación asociada (gráficos, notas, una placa curvada prototipo, fotografías de archivo y un folleto dedicado por el entonces director William Webster).
De cara al mercado, hay dos horizontes que se han manejado públicamente. Por un lado, se habló de una venta prevista para el 20 de noviembre con una estimación en torno a 280.000–470.000 euros. Por otro, RR Auction ha puesto sobre la mesa un rango de 300.000–500.000 dólares a finales de 2025. En ambos casos se ha señalado que una parte iría destinada a programas de apoyo a personas con discapacidad.
¿Y después de la puja? El ganador decidirá el destino del texto. Podrá revelarlo o guardarlo para sí. Desde la casa de subastas, su vicepresidente ejecutivo, Bobby Livingston, expresaba en Artnet que el “resultado deseable” sería que el adjudicatario se convirtiera en “guardián del secreto” más que en su divulgador. Sanborn ha dejado caer una idea similar en distintos foros, condensada en una máxima que él mismo ha reformulado: el poder reside en el secreto.
¿Por qué Sanborn suelta amarras ahora?
No es solo una cuestión económica. Durante décadas, el autor ha recibido decenas de cartas semanales de gente convencida de haber dado con la clave. Él llegó a cobrar 50 dólares por respuesta personalizada, unos 40.000 al año, pero se ha cansado de esa dinámica. Con la subasta, busca aire para dedicar su energía a otros proyectos sin arrastrar la rueda eterna de “he encontrado la solución”.
En medios como The New York Times o Wired ha contado la anécdota de la inteligencia artificial: recibe correos con “soluciones” generadas por IA que califica de descabelladas, y al mismo tiempo un experto en IA le ofreció una herramienta para automatizar respuestas a esos mensajes. Ironías del siglo XXI.
IA, academia y comunidad: el enigma que no se agota
La fiebre por Kryptos ha trascendido foros y convenciones de nicho. En 2023, grupos de entusiastas emplearon modelos como GPT-4 para producir miles de combinaciones; ninguna cuajó en una solución aceptada, y el debate sobre mensajería cifrada y privacidad continúa. Mientras, la academia mira el fenómeno como objeto cultural. Peter Krapp, profesor en la Universidad de California en Irvine, resumía bien la diversidad de miradas: para unos, duelo de ingenios; para otros, banco de pruebas de sus programas; para muchos otros, una manera de seguir disfrutando de la criptología tras su vida profesional activa.
También circula el rumor persistente de que la NSA descifró partes del conjunto allá por 1992, aunque mantuvo discreción. Sea como fuere, ninguna institución ha publicado la solución completa de Kryptos K4, que sigue siendo la frontera real del rompecabezas.
¿Hace falta ir a Langley? Lo que dijo el artista
Una de las especulaciones frecuentes es que el último paso requiera estar frente a la escultura, observar sombras, orientaciones o incluso un posible componente sonoro o lumínico. Sanborn ha aclarado que no se necesita acceso físico a la sede de la CIA para descifrar K4. Eso sí, también ha dejado caer una frase que se convirtió en gasolina para los teóricos: “No todo está en el cobre”. Cada cual la interpreta a su manera.
Más allá del código: cultura, guiños y apariciones
La presencia de Kryptos ha trascendido el arte público para colarse en la cultura popular. En la novela El símbolo perdido, de Dan Brown, la escultura hace un cameo. Para la red, recursos como la histórica página de Elonka, el sitio Kryptoslogia (recuperable vía archivo) o el portal Realm of Twelve (archivado) han documentado avances, errores y obsesiones de la comunidad a lo largo de los años.
En paralelo, la conversación se ha movido también por redes sociales. Algunos hilos en X (antes Twitter) requieren tener JavaScript activado o usar un navegador compatible, de lo contrario el usuario solo ve avisos corporativos del centro de ayuda con enlaces a condiciones de servicio, privacidad y cookies. Curiosamente, en foros de acertijos apareció una línea en ROT13 —“V sbyybjrq gur ehyrf”— a modo de pequeño huevo de pascua para quien se tome la molestia de decodificarla.
Textos cifrados y claves: lo que se publica, lo que se intuye
El corpus de Kryptos no es solo K4, por supuesto. Los grandes bloques de texto cifrado de K1, K2 y K3 se han reproducido mil veces en sitios especializados y en wikis, incluyendo el punto de corte —un signo de interrogación— que separa K3 de K4 y alimenta el eterno debate sobre si debemos contarlo como “carácter 98”. Aquí un extracto representativo de esos largos bloques, sin desarrollar al completo por su extensión:
EMUFPHZLRFAXYUSDJKZLDKRNSHGNFIVJYQTQUXQBQVYUVLLTREVJYQTMK... (K1/K2) ... ENDYAHROHNLSRHEOCPTEOIBIDYSHNAIACHTNREYULDSLLSLLNOHSNOSMR... (K3) ? OBKRUOXOGHULBSOLIFBBWFLRVQQPRNGKSSOTWTQSJQSSEKZZWATJKLUDI... (K4)
Junto a estos textos suele mostrarse un “tablero” de alfabetos Vigenère derivados de la clave KRYPTOS que ilustra cómo el alfabeto se altera con la palabra clave y se repite desplazado en cada fila. No hace falta convertirse en un escriba de tablas para apreciar la idea: el Vigenère de Kryptos no es de manual, y por eso tantas soluciones automáticas tropiezan.
¿Qué podría decir Kryptos K4 cuando caiga?
Sanborn ha dejado caer en más de una ocasión que, incluso revelado, el mensaje no cerrará la historia; quizá K4 esconda una instrucción o una invitación a un “K5” conceptual. También ha sugerido que la persona que gane la subasta será, en cierto modo, heredera del secreto: “el poder, si de algo sirve, vive en lo que no cuentas”. Detrás de la sentencia hay estética y ética del misterio.
Otro mito colateral fue el sobre que el artista entregó al entonces director de la CIA, William Webster, durante la inauguración de 1990. Durante años se pensó que contenía la solución completa, pero el propio Sanborn matizó después que no era así. Con el fallecimiento de Webster (agosto de 2025, según se ha citado), el paradero y el contenido exacto de aquel sobre quedaron aún más envueltos en un silencio institucional.
¿Por qué atrae tanto: del duelo de ingenio al entretenimiento serio?
Hay algo magnético en un reto público plantado ante la sede mundial del espionaje. Para unos, Kryptos es un choque de egos contra una obra de arte; para otros, el laboratorio donde poner a prueba algoritmos y nuevas técnicas. Para muchos, simplemente, una excusa magnífica para seguir entrenando la mente con amigos y desconocidos, año tras año.
¿Qué se sabe con seguridad y qué no?
Kryptos K1–K3 están resueltos y que Kryptos K4 no. Sabemos que Sanborn colaboró con Scheidt, que hay Morse, que hay pistas oficiales (“northeast”, “Berlin clock”, “Berlin”) y una anomalía DYAHR. Sabemos que no hace falta presentarse en Langley para resolverlo. Sabemos que habrá una subasta del texto y que su futuro depende del comprador. Todo lo demás son conjeturas bien argumentadas o fuegos fatuos.
Después de más de tres décadas, Kryptos sigue logrando algo inusual: convertir el secreto en un motor de curiosidad sostenida, capaz de mezclar arte, historia, criptografía y cultura popular. Caiga o no K4, el fenómeno ya dejó huella: comunidades enteras, congresos, artículos académicos, apariciones en novelas y un mercado del arte dispuesto a pujar por 97 caracteres. Y, con un poco de sorna, la certeza de que a veces lo más visible es lo que más cuesta ver. Comparte esta noticia para que otros usuarios conozcan sobre el tema.
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