viernes, 28 de noviembre de 2025

500 millones de ordenadores siguen sin dar el salto a Windows 11

Ordenadores con Windows 10 y Windows 11

La retirada del soporte oficial de Windows 10 no ha provocado la avalancha de migraciones que muchos en la industria tecnológica daban por hecha. A día de hoy, según estimaciones de Dell y otras fuentes del sector, hay 500 millones de ordenadores que podrían actualizar a Windows 11 y no lo han hecho, una cifra que evidencia hasta qué punto buena parte de los usuarios prefiere seguir como está.

Este frenazo en la adopción se produce en un contexto en el que el cambio de sistema operativo ya no se ve como algo urgente por parte de los usuarios domésticos y muchas empresas, especialmente en Europa. La combinación de requisitos técnicos más duros, equipos que todavía rinden bien y cierta desconfianza hacia las novedades de Windows 11 ha dejado a cientos de millones de PCs atascados en Windows 10 pese al fin del soporte.

Un parque de 1.500 millones de PCs, con mil millones en Windows 10

Parque mundial de PC con Windows

En sus recientes resultados financieros, el director de Operaciones de Dell, Jeffrey Clarke, puso números a una situación que hasta ahora se intuía pero no se había cuantificado con tanta claridad. Según el directivo, la base instalada de ordenadores con Windows ronda los 1.500 millones de unidades en todo el mundo, una cifra que incluye tanto equipos domésticos como empresariales.

Sobre ese total, Clarke detalló que “tenemos 500 millones de PCs con la capacidad de ejecutar Windows 11 que aún no se han actualizado”. Es decir, son equipos compatibles a nivel de hardware con los requisitos del sistema, pero sus usuarios han decidido mantenerse en Windows 10. A ellos se suman otros 500 millones de ordenadores con unos cuatro años de antigüedad que directamente no pueden ejecutar Windows 11 por las nuevas exigencias técnicas de Microsoft.

El resultado es claro: alrededor de mil millones de PCs continúan funcionando con Windows 10 pese al fin del soporte oficial y a las constantes notificaciones de actualización. Esto deja a Windows 11 con una cuota aproximada de un tercio del parque total de ordenadores Windows, muy lejos de la imagen de adopción masiva que sugerían algunos mensajes comerciales.

En paralelo, durante el evento Microsoft Ignite, el presidente de la división Windows, Pavan Davuluri, aseguraba que “cerca de mil millones de personas confían en Windows 11”. Esa formulación, centrada en personas y no en dispositivos, ha generado dudas entre analistas sobre el número real de equipos que ya tienen instalado el nuevo sistema operativo.

El fin del soporte de Windows 10 no acelera el salto

Fin del soporte de Windows 10

El pasado 14 de octubre Microsoft puso punto final al soporte estándar de Windows 10. Desde ese momento, los equipos que siguen con esta versión han dejado de recibir actualizaciones de seguridad, mejoras de software y asistencia técnica. Sobre el papel, esto debería haber sido el detonante definitivo para acelerar la migración a Windows 11.

Sin embargo, los datos que maneja la propia industria indican que la transición va con mucho retraso respecto al ciclo anterior. Clarke reconoce que la adopción de Windows 11 está entre 10 y 12 puntos porcentuales por detrás de lo que se registró con Windows 10 en el mismo momento de su vida comercial. Ni el aviso de obsolescencia ni las campañas de actualización han logrado replicar el ritmo de renovación que se vivió hace una década.

Parte de la explicación está en la percepción que muchos usuarios tienen de Windows 10: un sistema considerado estable y suficientemente rápido para el trabajo diario. Para quien solo navega, usa ofimática o juega con títulos no demasiado recientes, el incentivo de cambiar de sistema no es tan evidente, sobre todo si el cambio implica comprar un ordenador nuevo.

Además, Windows 11 no termina de convencer a todos. Críticas recurrentes apuntan a un mayor consumo de recursos, bugs frecuentes tras algunas actualizaciones, una interfaz más centrada en servicios adicionales y, en general, una sensación de sistema “más pesado” e intrusivo. Para muchos, especialmente en entornos profesionales europeos, la prioridad sigue siendo la estabilidad y la previsibilidad, más que las últimas funciones.

En este escenario, millones de usuarios asumen el riesgo de seguir con Windows 10 sin parches de seguridad oficiales. El sistema seguirá encendiendo y funcionando, y esa aparente normalidad hace que el peligro de vulnerabilidades y malware se perciba como algo lejano, pese a las advertencias constantes de expertos en ciberseguridad.

Requisitos técnicos, coste y un cambio que sale caro

Requisitos técnicos para Windows 11

Uno de los grandes frenos al despliegue de Windows 11 está en sus requisitos de hardware más estrictos. Para instalarlo de forma oficial, Microsoft exige, entre otros puntos, un chip TPM 2.0, procesadores relativamente recientes y determinadas características de seguridad activadas. Esto deja fuera a un número enorme de PCs que, en términos de rendimiento, podrían seguir trabajando sin problema varios años más.

En la práctica, esos requisitos se traducen en que cientos de millones de ordenadores “perfectamente válidos” se queden atrapados en Windows 10. Muchos de ellos tienen más de cuatro años, pero continúan ofreciendo un desempeño más que suficiente para tareas de oficina, educación o uso doméstico. Para su propietario, el mensaje es claro: si quieres el sistema nuevo, toca pasar por caja y renovar equipo.

El aspecto económico pesa especialmente en Europa y España, donde no todo el mundo puede afrontar el coste de un PC nuevo solo para cumplir con un cambio de sistema operativo. Para pequeñas empresas, autónomos y familias con varios equipos, el salto a Windows 11 puede suponer una inversión muy importante que no siempre entra en los planes a corto plazo.

A este contexto se suma un factor adicional: el encarecimiento de componentes clave como la memoria RAM o el almacenamiento NAND. Los fabricantes están priorizando productos de mayor margen, muchos de ellos vinculados a cargas de trabajo de inteligencia artificial, lo que tensiona los precios del hardware tradicional. Eso hace que renovar el parque informático resulte más caro precisamente cuando más se empuja desde el software para hacerlo.

Desde la perspectiva de Dell y otros fabricantes, toda esta masa de equipos incompatibles o desactualizados supone, en teoría, una oportunidad de negocio para vender nuevos PCs “modernos”, incluidos los llamados AI PC. Sin embargo, la propia compañía admite que, a corto plazo, el mercado de ordenadores personales seguirá bastante plano, porque los usuarios están estirando sus equipos más que en ciclos anteriores y no ven el salto como algo prioritario.

España y Europa: medio parque aún “abonado” a Windows 10

Cuota de mercado de Windows 10 y Windows 11 en España

Si se mira con lupa el caso de España y, en general, de Europa, la fotografía no es muy distinta de la del resto del mundo, pero sí algo más conservadora. Distintas fuentes basadas en datos de StatCounter apuntan a que, aproximadamente, la mitad de los ordenadores de sobremesa con Windows en España sigue funcionando con Windows 10, mientras que Windows 11 se mueve en una franja sensiblemente inferior, en torno a un tercio o incluso menos según el mes y la metodología empleada.

Dicho de otra manera: de cada diez PCs con Windows en España, en torno a cinco siguen en Windows 10 pese al fin del soporte. La penetración de Windows 11 en el país es más baja que en otros mercados, y se mantiene por debajo de la de su predecesor durante todo el periodo 2024-2025. Algo similar se observa en varios países europeos con un gran parque de equipos corporativos y administrativos.

En parte, esto responde a la realidad de muchas organizaciones públicas y privadas: renovar miles de ordenadores no se decide de un día para otro, y las migraciones masivas suelen ir acompasadas con otros proyectos de modernización de infraestructuras, no solo con el calendario de un fabricante de software. Además, en algunos sectores regulados, cualquier cambio de sistema conlleva pruebas exhaustivas, certificaciones y validaciones que alargan los plazos.

También hay un componente cultural: la resistencia a cambiar lo que funciona. Usuarios y departamentos de TI que han invertido años en estabilizar Windows 10, ajustar políticas y pulir procedimientos no siempre ven con buenos ojos saltar a una versión que perciben como más cambiante y cargada de funciones que no consideran esenciales para su trabajo diario.

En este contexto europeo, la presión comercial para renovar hardware choca con presupuestos ajustados y prioridades distintas, como la ciberseguridad avanzada, la migración a la nube o la sostenibilidad. Para muchas empresas, prolongar la vida útil de sus PCs y buscar mecanismos alternativos de protección se ve como una solución intermedia más realista que una renovación a gran escala inmediata.

Seguridad, obsolescencia y el riesgo de una montaña de basura electrónica

Obsolescencia de ordenadores por Windows 11

El fin del soporte de Windows 10 abre un frente delicado: la seguridad de cientos de millones de equipos que van a seguir conectados a Internet sin recibir parches oficiales. Sin actualizaciones periódicas, cualquier nueva vulnerabilidad crítica puede convertirse en la puerta de entrada para ataques masivos, algo que preocupa especialmente a administraciones, empresas y centros educativos.

Los expertos en ciberseguridad insisten en que mantener un sistema sin soporte supone aumentar de forma notable la exposición a malware, ransomware y todo tipo de amenazas. Aunque existan soluciones de seguridad de terceros, políticas de segmentación de red y medidas compensatorias, lo cierto es que muchos ordenadores, especialmente en el hogar, no cuentan con configuraciones tan cuidadas y podrían convertirse en un eslabón débil.

Por otro lado, la forma en que se ha planteado esta transición plantea dudas importantes desde un punto de vista medioambiental. Diversos estudios han calculado que la obsolescencia de equipos incapaces de actualizar a Windows 11 podría generar cientos de miles de toneladas de residuos electrónicos. Hablamos de ordenadores que seguirían siendo útiles a nivel de rendimiento, pero que acaban fuera de juego por una decisión de compatibilidad de software.

Organizaciones de defensa del consumidor y grupos ecologistas han advertido de que esta situación choca con los objetivos climáticos y de sostenibilidad que muchas grandes tecnológicas, incluida Microsoft, han proclamado en los últimos años. Si cada cambio de sistema operativo fuerza una renovación masiva de hardware, el impacto ambiental puede eclipsar buena parte de los avances logrados en eficiencia energética o reciclaje.

Ante este dilema, en Europa gana peso el debate sobre el derecho a reparar, la vida útil razonable del hardware y la obligación de ofrecer alternativas para prolongar el uso de los dispositivos. Para algunos usuarios avanzados, esas alternativas pasan por instalar distribuciones de Linux en equipos que ya no pueden recibir Windows 11, mientras que otros optan por exprimir Windows 10 al máximo con medidas adicionales de seguridad, aunque eso suponga asumir ciertos riesgos.

Un Windows 11 que no termina de enamorar

Interfaz de Windows 11

Más allá de los números fríos, hay una cuestión de fondo que explica parte de la resistencia: la percepción de Windows 11 entre muchos usuarios. No son pocos los que lo ven como un sistema más lento, más pesado e invasivo, con una fuerte orientación a servicios en la nube, telemetría y funciones integradas que no todo el mundo quiere o necesita.

Las sucesivas polémicas en torno a las herramientas de inteligencia artificial integradas en el sistema, como Copilot o funciones de registro de actividad avanzada, han avivado la sensación de que Windows 11 se está convirtiendo en una plataforma de servicios permanente más que en una “simple” interfaz entre el usuario y la máquina. Para quienes valoran el control, la privacidad y la simplicidad, esto pesa a la hora de decidir si actualizar o no.

Al mismo tiempo, Microsoft y los fabricantes de hardware presentan los AI PC y los Copilot+ PC como la próxima gran revolución, con chips dedicados a tareas de inteligencia artificial y funciones exclusivas vinculadas a Windows 11. Pero de momento, la adopción de estas características es limitada y no parece que hayan sido el gancho definitivo que se esperaba para disparar la renovación de equipos.

Desde el lado de la industria, Dell insiste en ver en esta situación “ricas oportunidades para actualizar a Windows 11 y a tecnología moderna, especialmente ordenadores con inteligencia artificial”. Pero la propia compañía reconoce que, mientras los usuarios sigan cómodos con sus PC actuales y no perciban un beneficio claro y directo, la transición seguirá avanzando a paso corto, por mucho que el calendario oficial marque el final de una era para Windows 10.

Con un parque mundial de 1.500 millones de ordenadores, mil millones de ellos aún anclados en Windows 10 y 500 millones que podrían dar el salto a Windows 11 pero han decidido no hacerlo, la fotografía que se dibuja es la de un cambio de generación mucho más áspero de lo previsto, en el que se mezclan factores técnicos, económicos, de seguridad, medioambientales y de simple costumbre; un equilibrio delicado en el que España y buena parte de Europa siguen estirando al máximo sus equipos actuales mientras deciden si merece la pena abrazar por completo el nuevo Windows.



from Actualidad Gadget https://ift.tt/cjNRgeH
via IFTTT

No hay comentarios:

Publicar un comentario