martes, 11 de noviembre de 2025

Itiner-e, el ‘Google Maps’ romano con 300.000 km de calzadas

Mapa digital de calzadas romanas

Una colaboración internacional ha puesto en marcha Itiner-e, un mapa interactivo y de acceso abierto que reconstruye con precisión milimétrica la red viaria del Imperio romano. Publicado en Scientific Data (Nature), este trabajo documenta 299.171 kilómetros de calzadas y los convierte en una herramienta consultable para investigación y público general.

No es solo un catálogo arqueológico: es un auténtico “Google Maps” del mundo romano que permite explorar rutas, estimar tiempos de viaje y analizar la fiabilidad de cada tramo. En Europa y, muy especialmente, en la antigua Hispania, el proyecto muestra cómo muchas vías clásicas coinciden con carreteras actuales, desde grandes ejes mediterráneos hasta la histórica Vía de la Plata.

Un ‘Google Maps’ romano con 299.171 km

Mapa interactivo de vías romanas

La nueva base de datos prácticamente duplica el registro clásico del Atlas de Barrington/DARMC (188.555 km) al integrar evidencias topográficas, históricas y arqueológicas. El resultado se organiza en 14.769 segmentos conectados que distinguen entre vías principales (103.478 km; 34,6%) y secundarias (195.693 km; 65,4%), con trazados ajustados a la orografía real.

Para orientar al usuario, Itiner-e incorpora un mapa de confianza que colorea regiones según el grado de certeza documental. A día de hoy, el 2,737% del trazado está confirmado con alta precisión, mientras que el 89,8% es conjetural y el 7,4% hipotético, especialmente en áreas áridas o con menor densidad de hallazgos.

La escala del conjunto impresiona: la longitud total registrada equivale a dar más de siete vueltas al ecuador, pero lo relevante no es la cifra en sí, sino la resolución y coherencia espacial que permite comparar rutas plausibles con el relieve, los pasos de montaña o los vados de ríos.

Cómo se reconstruyó la red viaria

Reconstrucción de calzadas romanas

El equipo trabajó entre 2020 y 2024 siguiendo un protocolo reproducible que convierte fuentes dispersas en un dataset citable y abierto (con identificadores únicos por tramo y bibliografía asociada).

  • Identificación: recopilación en corpus clásicos como el Itinerario de Antonino o la Tabula Peutingeriana, además de miliarios, informes regionales y cartografía histórica.
  • Localización: análisis de imágenes aéreas y satelitales (incluida la misión Corona de los años 60), combinado con mapas topográficos modernos para ubicar trazados verosímiles.
  • Digitalización: vectorización manual en sistemas GIS, ajustando cada tramo a pendientes, longitudes y pasos naturales con precisión métrica.

Este enfoque corrige simplificaciones previas que dibujaban líneas rectas sobre cordilleras como los Pirineos. Incluso en los Alpes, el análisis de pendientes revela itinerarios optimizados, prueba de la pericia de la ingeniería romana para evitar cuestas innecesarias.

Además, el portal genera copias nocturnas en formato abierto (.json) y ofrece un visor con capas para consultar fiabilidad, densidad de vías o bibliografía. La arquitectura de datos facilita su reutilización en estudios de comercio, logística militar o propagación de epidemias.

Rutas y tiempos: ejemplos en Hispania

La web de Itiner-e permite calcular trayectos entre ciudades antiguas, estimando su duración con perfiles de velocidad realistas. Para el cálculo se emplean, entre otros, estos valores de referencia: 4 km/h a pie, 2 km/h en carro de bueyes, 4,5 km/h con animal de carga y 6 km/h para mensajería a caballo, con ajustes por pendiente.

Sobre el terreno peninsular, un caso ilustrativo es el eje Tarraco–Caesaraugusta–Complutum (Tarragona–Zaragoza–Alcalá de Henares): en la actualidad se cubre en coche en torno a cinco horas por AP-2/A-2, mientras que en el siglo II d.C. un carro cargado necesitaba cerca de 15 días para recorrer más de 490 km de calzada. El trazado histórico coincide en gran parte con las rutas modernas.

Hacia el sur, el itinerario Tarraco–Carthago Nova (Tarragona–Cartagena) discurría mayormente por el litoral y, con una carreta, exigía más de diez días para cubrir unos 516,9 km. Estos cálculos aprovechan el modelo de “pasabilidad” de Itiner-e, que ajusta velocidades a la energía requerida por la orografía.

Para trayectos de largo recorrido, como los vasos de Vicarello entre Gades y Roma, los tiempos se disparan si se prioriza la ruta terrestre. El equipo prevé añadir pronto vías fluviales y marítimas con velocidades diferenciadas río arriba/abajo y navegación costera con datos meteorológicos.

En Hispania, el sistema revela nodos de primer orden como Caesaraugusta (Zaragoza), Salmantica (Salamanca), Hispalis (Sevilla) o Emerita Augusta (Mérida), capital de Lusitania. Muchas conexiones siguen vivas en el mapa actual: del eje mediterráneo a la Vía de la Plata, los solapes con carreteras contemporáneas son llamativos.

Un proyecto europeo en expansión

Itiner-e está codirigido por Tom Brughmans, Pau de Soto y Adam Pažout, con la participación de especialistas de más de 30 instituciones: Universitat Autònoma de Barcelona, Aarhus University, CNRS, Vrije Universiteit Amsterdam, Universidad de Cambridge, entre otras.

El trabajo se enmarca en los proyectos europeos MINERVA (norte de África, Oriente Próximo, Asia Menor y sureste europeo) y Viator-e (Occidente romano), con apoyo del Consejo Danés de Investigación Independiente, la Fundación Carlsberg y el Ministerio español de Ciencia.

Más allá de su valor histórico, el mapa permite estudiar dinámicas económicas y administrativas: coste relativo de rutas, papel de los peajes y fiscalidad provinciales, importancia de las mansio o la difusión de ideas y religiones como el cristianismo. Los autores planean añadir una capa cronológica para visualizar la evolución de la red por periodos.

Con una base de datos en crecimiento continuo y aportaciones locales, Itiner-e aspira a consolidarse como referente mundial de movilidad antigua. Para España y Europa, ofrece una radiografía útil para investigación, divulgación e incluso planificación territorial al señalar por dónde discurrían las antiguas calzadas.

Como mapa vivo y abierto, esta plataforma reúne la mejor evidencia disponible sobre las carreteras romanas, aporta métricas comparables a escala imperial y acerca al gran público una realidad sorprendentemente vigente: buena parte de nuestras rutas modernas siguen los caminos que Roma trazó hace dos milenios.



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