domingo, 7 de diciembre de 2025

Drones sobre la base de submarinos nucleares de Brest: alerta y refuerzo de la seguridad

Drones sobre base de submarinos nucleares en Brest

La tensión se ha disparado en la base de submarinos nucleares de Île Longue, frente a Brest, después de que varios drones no identificados fueran detectados sobrevolando una de las instalaciones militares más sensibles de Francia y de Europa. El episodio ha encendido todas las alarmas sobre la protección de infraestructuras críticas en el continente frente al uso cada vez más frecuente de aeronaves no tripuladas.

Fuentes militares y de la Gendarmería francesa han confirmado que hasta cinco drones fueron avistados en una zona de acceso aéreo totalmente prohibido, lo que obligó a activar un dispositivo completo de defensa antidrones. Aunque no se han registrado daños ni se ha visto comprometida la seguridad de los submarinos y sus misiles, el suceso ha reavivado el debate sobre la vulnerabilidad de los enclaves nucleares europeos.

Qué ocurrió en la base de Île Longue

Según la información facilitada por las autoridades, el incidente se produjo en torno a las 19:30 hora local sobre la rada de Brest, en la fachada atlántica francesa. En ese momento, los sistemas de vigilancia de la base detectaron varios aparatos sobrevolando de forma irregular el perímetro de seguridad que rodea las instalaciones donde fondean los submarinos de propulsión nuclear.

Las condiciones de visibilidad eran especialmente favorables: una superluna muy luminosa y cercana a la Tierra facilitaba la identificación visual de los drones, que pudieron ser localizados con rapidez por el personal desplegado en tierra. Varios testigos militares señalan que esto permitió reaccionar sin demora y poner en marcha los protocolos ya ensayados para este tipo de amenazas.

El Batallón de Fusileros Marinos, responsable directo de la protección de la base, fue el encargado de responder a la incursión. De acuerdo con diferentes versiones oficiales, se combinaron disparos de advertencia y el uso de sistemas de interferencia electrónica diseñados para desorientar o neutralizar el control remoto de los aparatos.

La Gendarmería, citada por medios franceses, ha confirmado la activación de un dispositivo de lucha antidrones, aunque se ha mostrado muy cauta a la hora de ofrecer detalles técnicos sobre el tipo de armamento y de contramedidas utilizadas o sobre el resultado concreto de la operación (derribo, caída controlada o huida de los drones).

Desde la prefectura marítima del Atlántico, el portavoz Guillaume Le Rasle ha subrayado que “la infraestructura sensible no se vio amenazada” en ningún momento, insistiendo en que la prioridad era impedir que los aparatos se acercaran a zonas críticas de la península de Crozon, donde se encuentra el complejo de Île Longue.

Una base clave para la disuasión nuclear francesa y europea

El lugar escogido por los operadores de los drones no es un punto cualquiera en el mapa. La base de Île Longue es el corazón de la disuasión nuclear francesa, un pilar estratégico que, por extensión, tiene un impacto directo en la seguridad europea. Allí se encuentran los cuatro submarinos nucleares lanzadores de misiles (SNLE, por sus siglas en francés).

En esta instalación, situada frente al puerto de Brest pero lo suficientemente alejada de él por razones de seguridad, al menos uno de los submarinos se mantiene permanentemente en el mar, garantizando la capacidad de respuesta del país ante cualquier amenaza existencial. Cada unidad puede portar hasta 16 misiles balísticos M51, equipados con varias ojivas nucleares.

La elección de este enclave se remonta a los años sesenta, cuando el general Charles de Gaulle decidió convertir la zona en el núcleo de la fuerza de disuasión francesa. Se trata de una franja de tierra relativamente aislada, fácil de controlar desde el punto de vista militar y alejada de la ciudad de Brest lo suficiente como para limitar el impacto de un eventual accidente o incidente grave.

En la actualidad, Francia ha anunciado planes para modernizar el arsenal embarcado con misiles M51.3 de nueva generación, desarrollados por ArianeGroup, que prometen mayor alcance y capacidades mejoradas. Este programa se enmarca en un contexto de rearme internacional y de creciente tensión con Rusia, lo que convierte a Île Longue en un objetivo simbólico de alto valor.

La base está protegida por aproximadamente 120 gendarmes marítimos, en coordinación estrecha con los fusileros marinos, que se encargan de la seguridad física, el control de accesos por tierra y mar y, cada vez más, de la defensa frente a amenazas aéreas de baja cota como los drones.

Repetición de incidentes y aumento de la presión

El episodio más reciente no es un caso aislado. Las autoridades francesas han reconocido que ya se habían detectado sobrevuelos sospechosos en la zona semanas antes. En la noche del 17 al 18 de noviembre se informó de la presencia de varios drones sobre la península de Crozon, aunque entonces no llegaron a sobrevolar directamente las instalaciones militares.

Además, no es la primera alerta que se produce en Île Longue en la última década. En enero de 2015 se registró otro episodio que obligó a activar los protocolos de seguridad, si bien en aquel momento tampoco se constató un riesgo directo para los submarinos ni para el personal de la base.

Esta acumulación de incidentes ha llevado al Gobierno galo a revisar sus sistemas de vigilancia y respuesta frente a aeronaves pequeñas no tripuladas. El plan pasa por equipar mejor las instalaciones sensibles, mejorar la coordinación con otros países europeos y reforzar las capacidades de detección electrónica.

En paralelo, París está impulsando un proceso de refuerzo general de sus fuerzas armadas, tanto en medios materiales como en personal. El presidente Emmanuel Macron ha defendido la necesidad de ampliar las reservas militares, incluso mediante un servicio militar voluntario, como respuesta al deterioro del entorno de seguridad en Europa.

En el plano político, este tipo de incidentes alimenta el debate interno sobre hasta qué punto Francia, única potencia nuclear de la Unión Europea, debe asumir un papel aún más central en la defensa del continente en un momento en el que la guerra en Ucrania y la presión de Moscú condicionan la agenda de seguridad.

Investigación judicial y cautela sobre la autoría

La Fiscalía militar de Rennes ha abierto una investigación judicial para esclarecer lo ocurrido la noche del incidente. El objetivo es determinar el número exacto de drones implicados, su origen, la ruta de vuelo y, sobre todo, quién se encontraba detrás de la operación.

El fiscal Frédéric Teillet ha explicado que, en esta fase inicial, no se ha establecido ningún vínculo comprobado con potencias extranjeras ni con redes de injerencia. Para los investigadores, sigue siendo pronto para atribuir el episodio a un Estado, a un grupo organizado o a simples particulares con acceso a tecnología comercial.

De hecho, el portavoz Guillaume Le Rasle ha descrito los aparatos como drones pequeños, aparentemente desarmados y fuera de un contexto militar clásico. Esta descripción, unida al uso de interferencias en lugar de fuego real como respuesta principal, refuerza la hipótesis de que se trataría de modelos de tipo civil o semiprofesional.

Los responsables de la prefectura marítima han sugerido que los vuelos podrían estar “destinados a preocupar a la población”, más que a causar daños materiales o recabar información de alto valor. No obstante, esta lectura prudente no excluye que detrás pueda haber una intención de probar los tiempos de reacción de las defensas o de medir el alcance de los sistemas antidrones desplegados.

En las próximas semanas, la Fiscalía tomará declaración a militares presentes en la base, responsables de la vigilancia y posibles testigos en la zona de Brest, con el fin de reconstruir con precisión la secuencia de los hechos y verificar si efectivamente se trató de cinco aparatos distintos o si algunos de los avistamientos pudieran corresponder a un mismo dron observado en varios momentos.

Drones y seguridad en Europa: un fenómeno al alza

El incidente en Île Longue se inscribe en una tendencia mucho más amplia de vuelos de drones sobre infraestructuras críticas en Europa. En los últimos meses se han detectado aparatos similares sobre bases militares, aeropuertos civiles y otros enclaves sensibles en países como Bélgica, Dinamarca o Irlanda.

En el norte de Europa, los informes sobre este tipo de incursiones se han multiplicado, hasta el punto de que varios gobiernos apuntan abiertamente a Rusia como posible responsable de maniobras de desestabilización o de reconocimiento encubierto. En otros casos, se ha optado por una postura más reservada, sin señalar a ningún actor concreto mientras no se disponga de pruebas sólidas.

En el caso concreto de Île Longue, las autoridades francesas piden prudencia. Aunque en el debate público aparece de manera recurrente la hipótesis rusa, ni la Fiscalía ni la prefectura marítima han confirmado esa línea de investigación. La consigna oficial es esperar a que los equipos de investigación recopilen y analicen todos los datos disponibles.

Aun así, este tipo de incursiones sirve de argumento para quienes reclaman una política europea más coordinada de defensa aérea de baja altitud, incluyendo sistemas compartidos de detección, intercambio de inteligencia en tiempo real y normas comunes para la neutralización de drones que violen los espacios aéreos restringidos.

Al mismo tiempo, la proliferación de drones comerciales y la facilidad de acceso a esta tecnología plantean un reto adicional: el fino equilibrio entre el uso legítimo de estos aparatos y la necesidad de garantizar la seguridad de centrales nucleares, bases militares, puertos y aeropuertos repartidos por toda la geografía europea.

Todo lo ocurrido sobre la base de submarinos nucleares de Brest pone de manifiesto que, incluso sin daños ni víctimas, un puñado de drones es capaz de activar protocolos de máxima alerta en uno de los enclaves más protegidos de Europa, acelerar planes de refuerzo militar y reabrir viejas preguntas sobre la vulnerabilidad de las infraestructuras estratégicas en un contexto internacional marcado por la guerra en Ucrania, la modernización de arsenales nucleares y el auge de tecnologías relativamente baratas pero potencialmente desestabilizadoras.



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